Querido aita

Amaia Barrena

 

Te debo todas las mujeres que soy y que me habitan. La escritora a la que vas a ver firmar libros, la chica que te lleva a buscar otros de segunda mano en la Plaza Nueva los domingos, la niña que sigues ganando al futbolín, la urbanita que suda sólo cuando le hablas de ir al monte, la bala perdida que te coge el teléfono con resaca un domingo y la mujer valiente que se encoge de hombros cuando le preguntas qué quiere ser de mayor. Como si no fuéramos todos algo diferente cada día.

Los dos sabemos que puedo ser tan complicada como el sexo de las nubes. Pero no te cansas de intentar conocerme. Y por eso te quiero. Aunque me traumatizaras por soltar mi bici sin avisar y ahora tenga miedo de caerme hasta de la estática. A pesar de que me enseñaras a nadar a base de aguadillas. Pese a que me llevaras durante años a ballet sabiendo que el tutú y yo teníamos nuestros problemas.  También fuiste tú el que me puso por primera vez Dirty Dacing una tarde de lluvia en casa. El que rebobinaba mis cassettes de Estopa con un bolígrafo y me puso por primera vez una canción de Sabina. El mismo hombre que me llevó a su concierto más de quince años después, cuando ya me había convertido en esa mujer de frente muy alta, lengua muy larga y falda muy corta. Me esperabas a la salida del cole con cereales de chocolate con ocho años y te preocupas de que los siga comiendo a los veintiocho. Por toda una vida de perro guardián, gracias, aita.

Fragmento de «Carta a mi padre» como parte de la colaboración con Onda Vasca.

Foto: Patricia Fulog

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