Querida risa:

Estás en peligro. Quieren prohibirte. En pleno siglo XXI, con motivos de sobra para llorar, se está viviendo una caza de brujas a las carcajadas. Pretenden “democratizar” los chistes, hacerlos políticamente correctos, en un tiempo en el que nada político es correcto. Los sketchs se están convirtiendo en acusados asiduos a los estrados, mientras otros criminales de corbata hacen zapping de un delito a otro. Vivimos una caza de brujas, en la que sonarse los mocos en una bandera es pasaporte directo a la hoguera, mientras que comprar títulos en las universidades no merece ni una quemadura con agua caliente. Puedes ejercer falsamente un empleo, pero cuidado si alguien quiere vacilarte por ello. Las faltas de respeto se pagan más caras que las faltas de principios. Te aseguro, risa mía, que ninguna broma me hace menos gracia que la realidad.

Por suerte, aún quedan cabezas al frente de la resistencia, denunciando este tijeretazo a las lenguas y la libertad de expresión, y sobre todo, de reírse. Personas irreverentes, valientes y divertidas que violan la palabra vergüenza cada vez que abren la boca. No les callarán por mucho que les impidan actuar en teatros o las grandes marcas restrinjan contratos con ellos, porque la verdadera revolución y las fiestas más graciosas siempre se han hecho en las calles. Somos muchos los que lo sabemos y les aplaudimos entre sonrisas abiertas. Pedir permiso o perdón por reírte es la censura más triste que he conocido, y soy parte de esa mayoría alegre que se niega a ello. Si algo que salva, es el humor. Si algo que cura, es desdramatizar el sufrimiento. Hay quien ve las payasadas como un ataque y quien ha aprendido a burlarse de sí mismo en defensa propia. Cada uno elige el equipo en el que quiere participar.

Yo, por mi parte, querida risa, prometo serte fiel. La comedia es un arma de denuncia y no una diana denunciada.

Con cariño,

Alguien que siempre ríe la última

Amaia Barrena