Será porque tu camaleónica forma de cuidarme
ha sanado cardenales que nunca he contado en voz alta
o porque cualquier paisaje me parece
escandalosamente bonito si lo ignoro por mirarte.
Será porque haces de escribir una urgencia,
del papel una memoria externa para no olvidar
el otoño en que supe de la ternura,
el mar que dejé de escuchar por besarte.
Será por alguna de estas razones
o quizá por otras que no adivino,
que todo lo que me pasa
comienza y acaba en el olor de tu pelo,
de tu cuello, de tu ropa cuando no la llevas puesta.
Una vez lo dudé pero hoy sé
que no estoy loca, ni sola, ni rendida.
Te he conocido
y que me digan ahora
que vivir no merece la pena.
Fragmento del poema «Todo me lo callo».
Han pasado veinte años desde que me presenté al primer concurso literario. Este mes he ganado el segundo premio del XVII Certamen internacional de poesía ‘Ataecina’, eso también ha pasado. Ahora que octubre es mi septiembre y que vuelvo a pasar las tardes entre mujeres que escriben y se ríen, sin saber cuál de las dos cosas hacen mejor, creo que se equivoca esa canción de Arde Bogotá. La salvación no estaba dentro de un beso. Estaba, está, en un jersey. Uno tejido por el arte, uno de mangas largas, de esas que te dejan meter las manos y cerrar los puños. ¿Y es qué, sino el arte, te mantiene siempre las manos templadas? ❤️