Era tan guapo que parecía un insulto a la poesía que creaba sin querer y sin parar.
Era tan guapo que la rosa de los vientos los bebía por él y convertía los pájaros en cometas.
Todos los paisajes terminaban en sus ojos y si se echaba cacao en los labios curaba sin chocolate los míos. Era el mañana de mis futuros, el motor de mis pedales y el padre de mis muñecos.
Era tan guapo que se hizo el socio de mis quiebras, una ONG para montañas marginadas por el mar, la chimenea donde me quemo y quedo. Era la pegatina de una caricia que no me despego de la mano, la paz que bosteza y se duerme junto a mi gato o sobre mis piernas.
Era tan guapo que me tatué un ovni en la espalda para huir juntos de este planeta. Y todavía hoy, cada vez que despierto a su lado temo darme un cabezazo con la Luna.
Amaia Barrena
Era tan wapo