Lo que queda por coser

amaia barrena

Queridos maestros del hilo y la aguja:

Por favor, cosedme. Bebe Rexha me ha estado buscando, lo sé. Tal vez no la conozcáis, pero es una mujer preciosa de veintinueve años que despidió el 2018 cantando en Times Square, en Nueva york, ante miles de personas. Cuando le nominaron a los Grammy poco después, su único problema fue no saber qué ponerse. Literalmente. Ningún diseñador quiso prestarle un vestido por salirse de las tallas habituales. Tiene una 40. Ni siquiera está gorda. De hecho, tiene un cuerpo proporcionado y bonito, con curvas y músculos de bailar durante horas. Y vosotros, artistas de la costura, habéis marginado ese cuerpo. Se habla mucho sobre la violencia de género, pero este es otro tipo de agresión contra la mujer.

No defiendo la obesidad ni el sobrepeso, pero tampoco la anorexia o la bulimia. Todo ello son platos rotos de la misma balanza desequilibrada. Problemas de salud, física y mental. Y debería preocuparos estar alentando una enfermedad, estar difundiéndola como quién tiene la peste y va sacudiendo pulgas infectadas. Porque eso es lo que hacéis cuando os negáis a crearme, cuando le negáis a alguien su talla. Marylin Monroe tuvo suerte de nacer en su época, porque quizá en esta no hubiera encontrado alguien que quisiera hacer sus faldas a lo loco. Hay chicas de quince años que dejan de alimentarse porque creen que si no están delgadas nadie va a quererlas. Hay mujeres adultas e inteligentes pensando lo mismo. Mujeres doctoradas, escritoras, físicas, profesoras, que están muriendo de hambre con las despensas llenas. ¿Y quién tiene el valor de animarlas a comer cuando ven la marginación que sufren quienes no encajan en una 34? Se provocan arcadas para sacar de sus tripas lo que les va a mantener vivas. Abandonan deportes que aman porque sus cuerpos vacíos no los resisten. Pasan años en terapia para convencerse de que son más que una cifra, de que la vida va de amor y no de kilos. No se merecen el germen que les agobia hasta paralizarlas.  Se obsesionan por una perfección impuesta. Y vosotros, con la elección de vuestras modelos y vuestros patrones, les forzáis a desearla. Si no encajan en ese hueco innegociable, no encajarán en ningún sitio. Es una dictadura, una tortura. Ojalá alguien escuche mi grito y lo entienda. Necesito, necesitan, que me cosáis.

Urgentemente,

Un vestido talla 40

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