Diez años después

amaia barrena

Querido Unai:

Imagen de 72 Kilos

Se acerca el día de Todos los Santos y yo sólo puedo pensar en ti, que nunca fuiste uno. No creas que necesito que el calendario señale una fecha en rojo para recordarte, ya sabes que me gusta ir por libre y lo hago hasta cuando no me apetece.

Guardo una carta tuya y a veces todavía la leo. Quizá sea porque te tocó la época pre-WhatApps, y a fuerza de reducir las letras en SMS te olvidaste de escribir, pero vaya faltas de ortografía te gastabas. Aunque reconozco que tus “te quiero” sonaban igual de bonitos con K. Sé que fui la responsable de muchas de las piras que hicimos a clase, pero procuraba que cayesen en la hora de gimnasia, así que no tienes excusa. Teníamos tantas ganas de estar juntos que hablar por notitas de mesa a mesa era insuficiente. El instituto era la única coartada que nos quedaba después de que tus padres nos prohibieran vernos. Recuerdo la vez que llamé a tu casa, fingiendo que te necesitaba para un trabajo de Historia y tu madre me colgó.  Esa mujer estaba convencida de que iba a sacar a su hijo del buen camino. Y qué ironía, terminaste saliendo tú solo del camino y de la carretera, con tu primer coche, a las cinco y cuarto de la madrugada cuando ibas a trabajar. Chocaste con un poste de tendido eléctrico, justo un treinta de octubre como hoy, y lo siguiente que supe de ti lo leí en un periódico digital. Para entonces ya habíamos perdido el contacto, pero los de tu religión sois conocidos por ir puerta por puerta, y todavía mantenía la esperanza de que aparecieras en la mía.

Nunca lo hiciste. Y mira por dónde, fui yo quien terminó yendo a tu iglesia, aunque si te soy sincera no llegué a entrar. Me pareció una falta de respeto, no sé si para tu familia o para mí, estar allí después de que no me hubieran dejado quererte por ser una hereje. Y puestos a confesar, tampoco he vuelto desde entonces al cementerio y lo tengo muy cerca de casa. Ya sabes que por no creer no creo ni en mí muchas veces, y no le encuentro sentido llevar flores a quien no las huele.  Sin embargo, reconozco que escribiendo esto siento que me lees y que suelo hablar contigo mirando al techo como si tuviésemos un yogur vacío detrás de la lampara que llevase mi voz al más allá. En fin, Unai, te echo de menos.

Si me vieras ahora te reirías. Estoy llena de tatuajes y piercing y seguro que censurarías la mitad de lo que hago y digo. Soy escritora como te prometí y hay hasta quien me escucha en la radio. Quizá lea allí esta carta, por si te falla el yogur y te llega mejor mi amor por frecuencia modulada. Según una película de animación mexicana con nombre de fruta tropical, sólo desapareces cuando en la tierra dejan de añorarte. Y yo nunca te olvido. Siempre serás ese ese chico que me cogía la mano en el autobús a los quince años.

Con cariño,

Tu chica revolucionaria

Hay cosas que escribo contigo y hay cosas que sin ti no valen.

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